Mejoramiento y Pecado
Original
Por:
Francisco Javier Ferrada Guerra
Cuando las empresas
gastan recursos en mejoramiento y estos esfuerzos están orientados por la buena
voluntad, intuición y el método prueba y error, los resultados esperados sólo
pueden estar en torno a valores que nadie se podría sorprender. En muchos
casos, los resultados dejan muy satisfechos al dueño de proceso, la
organización que soporta estos procesos de mejoramiento y el equipo de trabajo
del proceso sujeto de la mejora. Sin embargo el cliente, aquel que es afectado
por dichos resultados, no se emociona mucho o peor aún, su nivel de
insatisfacción no se ve modificado.
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En muchos casos esto
se perpetua, a mi entender por dos razones fundamentales. Todos los
involucrados cumplen con un mandato directivos de la compañía, que incluso
forma parte de los valores, el mejoramiento continuo. Como este es continuo,
nadie espera mucho de él. Todos cumplieron. El foco de la organización está en
producir, sigamos en lo nuestro.
La segunda razón
tiene que ver con la relación Cliente-Proveedor, ésta habitualmente no está
desarrollada, en consecuencia el cliente no tiene la fuerza para exigir los
resultados requeridos y los embarga el sentimiento de resignación.
También pasa, en
muchos casos, que se producen mejoras, pero ésta rápidamente desaparecen,
producto que muchas de ellas sólo están basada en la preocupación específica de
la autoridad pertinente y no están soportadas por una estrategia de control ni
de gestión del cambio.
Entonces, tenemos varios
problemas habituales en los procesos de mejoramiento, que yo llamo pecados
originales; el primero, dice relación con el foco de la mejora, el sentido
último para lo cual ésta se realizará; el segundo, mayoritariamente son proceso
no estructurados, sin una metodología que permita eficacia en los resultados;
tercero, se trata de mejoras que no siempre
van acompañadas de estrategias
para promover el cambio y finalmente, tampoco van acompañadas por estrategias
para sostener el cambio en el tiempo.
Problema en el foco que tiene la mejora. Habitualmente nos encontramos con que los esfuerzos por el mejoramiento,
probablemente amparados por la cultura de mejoramiento impresa en la misión y visión, están radicados en los dueños de proceso. ¡Claro¡ quién
mejor que ellos, que conocen como nadie el proceso.
La estrategia de
gestión del dueño de proceso termina por absorberlo completamente en la dinámica
espontánea y natural del proceso. La que termina imponiendo al dueño de proceso
la necesidad de “arreglar” un sin número de problemas operacionales, en su
mayoría originados por la falta de una estrategia de control de riesgos. Este
ambiente tiene efectos directos sobre la relación que el dueño de proceso tiene
con el cliente. Tendrá tiempo, en este escenario, para preguntarse cosas como:
¿cuáles son mis clientes? ¿Quién es mi cliente más importante? ¿Por qué es éste
el más importante? ¿Está contento mi cliente? ¿Qué es lo que más le incomoda a
mi cliente? ¿Qué puedo hacer para reducir la insatisfacción del cliente? ¿Cuál
de los factores que manejo me ayuda más a mantener la satisfacción del cliente?
¿Cuáles son los riesgos que debo tener controlados, para no afectar al cliente?
¿Me evalúan por la relación que tengo con mi cliente? ¿Tengo un cliente? y
otras mucha más.
La pregunta que
aparece de inmediato es ¿por qué es tan importante el cliente? ¿Por qué tenemos
que focalizarnos en él? Reconocer la relación que existe, y que se manifiesta a
diario, entre los dueños de proceso y los clientes abre un mundo de
oportunidades que frecuentemente la empresa no tiene la posibilidad de verlas.
Si entendemos que cliente es quien nos paga las facturas, cuando se trata del
externo, y el que recibe los resultados de nuestro proceso, cuando hablamos del
interno, entonces imaginemos por un instante que nuestra organización trabaja
alineada con los clientes, tanto internos como externos, seguro no tendremos
reclamos, no tendremos defectos, no tendremos re trabajo, no tendremos fabrica
oculta, no tendremos sobre stock, es decir no tendremos Costos de Mala Calidad.
Recordemos que una
empresa promedio gasta entre el 20% y el 50% del valor de sus ventas en costos
de mala calidad. Esta cifra está directamente relacionada con el nivel de
defectos. Una relación cliente proveedor no estructurada, sin intensión, sin
acuerdos formales, sin referencias, es una fábrica de malos entendidos,
rechazos, sobre stock, ineficientes estrategias de mitigación de riesgos, es
decir costos en las más diversas expresiones. Alinear los procesos a los
requerimientos del cliente, simplemente significa impactar la línea final, reduciendo
los costos de mala calidad.
Procesos de Mejora no estructurados. En un ambiente orientado a la acción, donde predomina la cultura de la
producción, habitualmente tangible, la tendencia es a trabajar y resolver los
problemas que se presentan. En este escenario no es habitual encontrar proceso
estructurado que reduzcan la probabilidad de perder el foco. Abordar estos
problemas de mejoramiento, que en muchos casos no son obvios de resolver, de
manera estructurada y con métodos probados de alta eficacia parece obvio, sin
embargo resulta extremadamente complejo ya que la cultura imperante impone la
paradoja de exigir acciones inmediatas pese a que origina resultados exiguos. ¿Por
qué ante un problema que se mantiene por años se exige ingresar en un círculo “intervención
inmediata resultados decepcionantes, intervención inmediata”? Mi respuesta
tiene que ver con que los dueños de proceso están adiestrados a responder de
esa forma, dada la dinámica de sus procesos, la manera como los evalúan y por
el liderazgos hacia la producción que
les exigen.
Falta de estrategia para promover el cambio. El mejoramiento por definición es un cambio. El cambio es lo único
que no cambia, nosotros sabemos que las cosas no se mantendrán por mucho tiempo,
sin embargo no nos hacemos cargo de él. Cuando queremos hacer un mejoramiento
para cambiar los resultados, tenemos que pensar que estamos cambiando la forma
de hacer las cosas. Las cosas las hacen las personas y éstas se aferran a lo
conocido y lo defienden. Muchas veces las personas no saben mucho porque hacen
lo que hacen, sin embargo se niegan a cambiar. La incertidumbre que significa
el cambio no es tolerable. Cualquier esfuerzo de mejoramiento debe ser
acompañado de estrategias para gestionar el cambio que eso implica, hacer
tolerable ese cambio, de esta forma es más probable que la gente sea un aliado
en el proceso de mejoramiento. Los mejores resultados llegan solos.
Falta de estrategia para sostener el cambio En las organizaciones sociales la mayoría de los cambios tienden a
volver a la situación original. Hay que romper la inercia de muchos años de
hacer lo mismo, de la misma manera. Cuando una está iniciando un proceso de
mejoramiento tiene que pensar en el final del proceso y como hará para que los
cambios propuestos no se deshagan. No basta con que los resultados sean promisorios,
no basta con que el “jefe” dé las instrucciones, no basta con que sea una “idea
razonable”. Es indispensable establecer una estrategia que contemple mecanismos
de ayuda a la mantención del cambio, que avisen cuando aparezcan desviaciones, defina
responsables, defina las herramientas y los alcances de las tareas de control,
etc.
Tener en cuenta
estos pecados originales desde el inicio es un factor de éxito en los procesos
de mejoramiento.
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